viernes, 16 de enero de 2009

LOUIS KANH - El arquitecto y la luz

Louis Kahn (1901 – 1974) está considerado actualmente como uno de los más grandes arquitectos del siglo XX. Su obra supuso una importante transformación de la arquitectura moderna y, sin renunciar a la abstracción, incorporo la cualidad clásica y monumental de la tradición antigua. Veinte años después de su muerte, la suya es, sin discusión, una obra canoníca.


…En veinte frenéticos años de actividad profesional – desde principios de los cincuenta al 17 de marzo de 1974, en que murió en uno de aquellos espacios públicos que tanto le atraían, la estación de Pensilvania en Nueva York---. Louis Kahn tuvo la oportunidad de demostrar con su obra el alcance de sus propuestas. Casas, factorías, iglesias, laboratorios, museos, conventos, universidades, memorials, asambleas, escuelas, teatros, ferias, auditorios, etcétera. Si nos adentramos en la ciudad de Kahn –dispersa en todo el mundo como si de una nueva visión de la civitasa Dei se tratase—no ser{a difícil reconocer, tal y como Kahn nos anunciara en aquellos iniciáticos textos, que en ella el orden prevalece y que al orden es, un último término, al que hay que hacer responsable de una forma. Pero ¡quien la impone? La respuesta es clara, el orden viene dictado por la geometría.


El mundo de la arquitectura kahniana está poblado por polígonos y poliedros que definen recintos y espacios en los que aquella reposa. El orden es el reflejo de una fuerza intrínseca que los relaciona. A veces este orden permite ocupar el plano regularmente como en el proyecto para la comunidad de Trenton, Nueva Jersey, o en la factoría para Olivetti Underwood de Harrison, Pensilvania, o en el orden se manifiesta en maclas y cadenas continuas que le permiten asumir cambios profundos como el proyecto para la City Tower de Filadelfia, o en los Laboratorios Richards de la Universidad de Pensilvania, o en la residencia del Bryn Marw College, o en los edificios públicos de Bangladesh. Tan solo en algún caso excepcional, como en el convento de las Dominicas de Media, o en la casa Norman Fisher de Filadelfia, el orden no es mero reflejo de la regularidad y continuidad mencionadas, anticipando así lo que serán las aleatorias agrupaciones de los años ochenta.





Aunque aun en vigencia de la geometría y la explicita aceptación de la condición monumental hacen que la arquitectura de Kahn pueda verse como muy próxima a la tradición clásica, hay que hacer constar que ni el gusto por el trazado como matriz de la composición, ni el respeto a tipos existentes, rasgos característicos de aquella arquitectura, aparecen con frecuencia en su obra. La geometría es la única pauta para la construcción. Y el talento de Kahn radica en su capacidad de hacernos olvidar la presencia de aquella. Que la tiranía de la geometría no se manifieste en su obra es su mayor logro como arquitecto. A mi entender, son la cuidadosa manipulación de la luz y su extraordinaria sensibilidad para el manejo de los materiales los responsables de que así sea.

La Luz es clave para entender la arquitectura de Louis Kahn. La luz revela la arquitectura. Es más, cabria decir que con la luz construye, al menos visualmente, la estructura que la pone de manifiesto. La serie de poliedros imbricados y vacios de que sirve Kahn para construir su arquitectura alcanzan su condición de seres vivos cuando se iluminan. Las armaduras/corazas con que construye sus edificios son también pantallas reflectantes de luz, produciendo {esta una inspirada experiencia que da razón de la artificiosa extrañeza que a veces sentimos cuando nos encontramos en el interior de un espacio kahniano. Kahn es bien consciente de ello, y no es raro encontrar sus textos expresiones como estas: “el volumen solido mencionado es fuente de luz” o “la estructura proporciona luz al espacio interior”. La luz es algo inherente al ser del edificio, una manifestación de la realidad del mismo diversa pero no distinta. Estructura y luz son representaciones de una misma realidad, la arquitectura, y de ah{i que Kahn en sus construcciones ignore la fuente de la que la luz procede y no nos haga entrar en contacto con ella nunca.



Pero a reglón seguido, si bien sea con brevedad extrema, hay que recordar la delicadeza con que en su obra se acoplan los distintos materiales. Kahn nos enseña a apreciar la naturaleza, la realidad tangible de un material al aproximarlo a otro. Conoce bien la naturaleza, la realidad tangible de un material al aproximarlo a otro. Conoce bien la neutralidad del hormigón bruñido y de ahí que lo haga se compañero del travertino o del roble para que disfrutemos de sus texturas. El acero en sus manos se transforma. Y la piedra. Y el vidrio. Y el ladrillo. Los materiales hacen posible que Kahn difumine la presencia de la geometría en su obra, haciendo gala de una sensualidad que rara vez se conoce. Este placer que Kahn siente al encontrarse con la naturaleza misma de los materiales con los que trabaja nos pone en directo contacto con ellos, experiencia que se convierte en autentico descubrimiento y que, sin duda, es uno de los más grandes atractivos de su obra.




De lo que fue su proyecto, de lo que significa, y el impacto que tuvieron sus hermosísimas palabras, queda hoy tan solo un remoto eco: son historia, necesaria por otra parte, para entender mucho de lo que ha ocurrido en el pasado próximo. Pero los años no han conseguido apagar el interés que despierta su obra, una obra que curiosamente reivindica, como hace siempre la mejor arquitectura, la experiencia directa: es entonces cuando la dimensión del arquitecto que Kahn fue se nos hace presente, cuando su grandeza se manifiesta sin necesidad ya de justificación alguna.

Rafael Moneo








 
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