Extractos de una entrevista a Jørn Utzon, uno de los arquitectos mas importantes en la historia de la arquitectura, creador de la Opera de Sydney, La casa Can, y muchas otras obras mas, nos habla sobre su arquitectura, su vida y su último proyecto, su casa.
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“La gente decía: ‘Está inacabada, falta blanquearla”, indica.Sin apenas calefacción, ni un ápice de aire acondicionado, los Utzon habitan esta casa de colina, con mucho sol en invierno y sombra en verano. Las ventanas no son practicables y no están protegidas. “Por razón de trabajo. Las mujeres faenan demasiado limpiando puertas y persianas. Con dos puertas es más barato, sin sobrepuertas interiores”, dice el arquitecto.Abunda en detalles: los dobles muros frenan la humedad y el calor, las piedras del suelo de Santanyí tienen la misma posición que las vigas curvadas del techo. “Hay que respetar los elementos y proporciones”, dice, y muestra en un muro “una ventana sellada, una corrección en la nueva obra. En casas de 500 años también las hay”.
Utzon explicó al albañil que iba a construir su casa de Portopetro con terrones de azúcar en un bar. “Es verdad”, confiesa, “era la mejor forma de configurar la construcción. En mi ojo interior tenía los modelos prefijados, la casa en posición sobre la costa y el horizonte, con la expresión de los muros y ventanas, las desviaciones de luz. En Can Feliz ya no hay contrastes de luz tan grandes, hemos pensado nuevas soluciones”.
“He construido muchas casas y apartamentos en Suecia bajo una idea de organización e integración de diferentes modelos. Viviendas de distintas dimensiones para acomodar familias. He copiado estas agregaciones familiares de las zonas rurales con su sentimiento de solidaridad”, apunta.
“Estamos muy contentos de vivir aquí y en todo este tiempo sólo he hecho estas dos obras en Mallorca”, explica. “He trabajado en muchas partes del mundo y ahora mis dos hijos arquitectos controlan la oficina. En México, África, China, en colaboración con una organización de Dinamarca, construyen colegios y universidades para jóvenes para aprender a cultivar su país”. Al referirse a los nuevos arquitectos recuerda que en los años sesenta durante el proyecto de Sídney, el estudiante Rafael Moneo acudió a su oficina de Dinamarca para aprender. Utzon sólo admitía profesionales con título. “Por favor, yo pagaré, decía Moneo. Él vino adrede a verme y le acepté. Trabajaba hasta por las noches. Es muy bueno. Muchos de los nuevos arquitectos han tenido proyección y levantan grandes obras porque son artistas. No sucede siempre ni en todos los casos”.
La pregunta es automática: ¿Usted se considera un arquitecto-artista? “No, yo soy un constructor. Lo importante y definitorio en las obras son la función, el material y la situación. Los elementos y la reflexión son claves para buscar la solución final, in situ, desde la serenidad”. El peso de las miradas sobre “el solar” lo ejemplifica en la Ópera de Sídney, “con la península, en el puerto, vista de lejos, de noche, de día, da perspectivas poderosas y distintas. Yo veía una escultura, los interiores y las formas exteriores están muy meditados. Expertos han dicho que por primera vez el sol ha visto su luz focal. El mar es su horizonte. No es una escultura en bronce, es una escultura en mármol, con un millón de azulejos”, indica su autor.